Pistolas Taser, ¿una herramienta para la policía?
Si hay un tema del que nunca se deja de hablar en nuestro país (Argentina), es la inseguridad. Pero la misma es muy amplia a veces para que sean debatidas sus soluciones. No es este el caso del uso de las pistolas taser.
Recientemente se ha puesto en boca de todos una discusión
que en otros países del mundo (una gran cantidad por cierto) ya se ha tomado
una postura definida, estamos hablando del uso de las pistolas taser como arma secundaria para las
fuerzas armadas. Es clave a la hora de plantear este debate entender bien los
contextos y utilizar apropiadamente las palabras y los conceptos, sino
correríamos el riesgo de desviarnos del foco en cuestión para terminar
discutiendo si las taser son o no son
armas, por ejemplo.
Por si queda alguna duda estas pistolas sí son armas,
entendiendo como tal a un instrumento para atacar o defenderse (definición de
la RAE). Y es aquí justamente donde me gustaría detenerme para entender bien el
contexto. Cuando se plantea si es correcto o no que un oficial de policía porte
uno de estos aparatos debemos siempre recordar que estamos considerando que su
utilización es única y exclusivamente en situaciones donde el uniformado
necesitará neutralizar a algún sospechoso al que no pudiera someter de otro
modo. Está claro que si sacamos de contexto las situaciones de aplicación
cometeremos un error grave.
Si la pregunta es si la policía debe o no portar algo que
podría ser letal para otra persona, la discusión entonces no sería de las
pistolas taser. Justamente estas tienen
como objetivo brindar a las fuerzas de seguridad una herramienta para controlar
situaciones riesgosas (tanto para ellos como para otros) de forma exitosa y con
el menor daño posible. Está demostrado que su tasa de letalidad es apenas del
0,25% a nivel mundial, sin tener en cuenta que en muchos casos se ha atribuido
la causa de muerte al arma cuando no se pudo determinar claramente la verdadera
causa, según indican los informes presentados por la misma compañía Taser.
La idea de considerar una alternativa para que los
uniformados puedan actuar frente a las situaciones mencionadas es precisamente
esto, actuar. Se sabe con claridad que ya sea por acción o por omisión la
policía se enfrenta a ser castigada por las consecuencias de sus actos. Es
decir, si no actúan pueden haber consecuencias graves mientras que si lo hacen
pueden haberlas de igual manera. Entonces, ¿no sería útil saber que las fuerzas
cuentan con la posibilidad de actuar (y básicamente cumplir con su rol en la
sociedad) sin que esto tenga un desenlace fatal? Las pistolas taser son una excelente alternativa,
inmovilizan al atacante lo suficiente para ser contenido.
Existen dos grandes mitos que se toman como argumentación
para la no implementación de estas armas. El primero es aquel que considera
como tortura la descarga eléctrica de la pistola (comparable en intensidad con
los aparatos para hacer ejercicios), a lo que me gustaría recurrir nuevamente a
la RAE para definir tortura como un “grave dolor físico o psicológico
infringido a alguien”. La clave es la primera palabra ya que, como mencioné
antes, no se puede para nada considerar como grave una descarga que produce
nada más que una contractura muscular (siendo así ejercitarse podría ser
considerado tortura). Recordemos también que estamos hablando de situaciones
que no pueden ser controladas de otra manera, en muchos casos con agresores que
de no ser sometidos podrían provocar grandes daños a otras personas.
El segundo argumento radica en la sensibilidad que tiene nuestro
país cuando consideramos la extensa cantidad de casos polémicos de represión
policial, abuso de parte de esta fuerza e incluso los casos de “gatillo fácil”.
A esto me gustaría responder con algo simple: el arma por sí misma no hace
absolutamente nada. Así es, no es cuestión de tener un arma sino de cómo se
utilice. Los casos de “gatillo fácil” por ejemplo son casos de mala utilización
de armas de fuego, como también lo son los asaltos con estas armas de parte de
delincuentes. Es cada persona la encargada de darle una aplicación al
instrumento que posee, sea este una pistola taser,
un arma de fuego, o incluso su propia fuerza física. Susan Lee, directora del
Programa Regional para América de Amnistía Internacional, manifestó en una
entrevista para la BBC que un amplio porcentaje de las muertes producidas por taser en Estados Unidos habían sido por
un uso indebido de la fuerza.
La pregunta entonces será por qué en Argentina se debate una
cuestión resuelta en casi 120 países que utilizan actualmente a las pistolas taser como arma secundaria de algunas
fuerzas armadas. Quizás sea cuestión de enfocar mejor el debate y brindar las
herramientas necesarias, con su correspondiente formación, a quien las
necesita.
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